Existe una gran variedad de tipos y modelos de terapias psicológicas según su base teórica, las particularidades del problema a tratar o de las características del paciente. Una buena terapia siempre se adaptará a nosotros para atender a nuestras necesidades y objetivos. Podemos escoger un solo enfoque o combinar distintos para encontrar la terapia perfecta para nosotros.
La terapia cognitivo-conductual (TCC) es la que actualmente cuenta con mayor apoyo empírico y también una de las que mejores resultados obtiene. Es especialmente útil para personas que funcionan bien con una estructura, con instrucciones y tareas que llevar a cabo con un programa de trabajo. Suele enfocarse hacia problemas específicos y orientada a objetivos.
La terapia sistémica se centra en la forma en la que nos relacionamos con otras personas. Se observa cómo interactuamos y cómo son nuestros patrones de comunicación. Suele utilizarse cuando hay problemas de pareja, familiares, con los compañeros de trabajo u otros grupos.
La terapia racional-emotiva (TREC) pone el foco sobre la relación estrecha y directa que existe entre el pensamiento y la emoción. Mediante esta terapia, aprendemos a identificar pensamientos irracionales y a construir otros más constructivos que afecten de manera más positiva y adaptativa a nuestras emociones y conductas.
La terapia breve se centra en los objetivos que queremos alcanzar y los pasos necesarios para hacerlo en vez de en los acontecimientos pasados o el origen de los problemas, permitiéndonos avanzar.
La terapia neuropsicológica se recomienda a personas de cualquier edad, desde la infancia hasta la vejez, que sufran algún problema neurológico: lesiones cerebrales, demencias, déficits cognitivos o problemas del neurodesarrollo, entre otros.
Existen muchos otros enfoques que pueden adaptarse a nosotros según nuestras características, como la terapia de aceptación y compromiso, la dialéctica conductual o aquellas que utilizan el mindfulness como apoyo a la terapia principal.