Acudir al psicólogo, hasta hace no mucho, parecía sinónimo de tener un problema grave o estar loco. Esta idea errónea se basa en falsos mitos que, por fortuna, empiezan a desaparecer. Uno de esos mitos se basa en que los psicólogos solo tratan a personas con trastornos mentales graves. Nada más lejos de la realidad.
Aunque los psicólogos clínicos están perfectamente capacitados para tratar problemas de salud mental importantes, como la esquizofrenia, la depresión mayor, las adicciones o los trastornos de la alimentación, lo cierto es que una gran parte de las personas que acuden al psicólogo no tienen ningún trastorno mental diagnosticado.
Además, incluso cuando sufrimos algún trastorno, debemos saber que hay distintos niveles de gravedad y diferentes síntomas en cada persona. La etiqueta de una enfermedad es simplemente una forma de identificar un problema y ponerle nombre para poder hacerle frente, pero se manifestará de forma única en cada uno de nosotros.
Por fortuna, no necesitamos sufrir un trastorno grave para acudir a un psicólogo. Todos atravesamos situaciones difíciles a lo largo de nuestra vida y muchas personas acuden para atravesar con éxito crisis concretas, ya sea por acontecimientos estresantes, en busca de orientación, autoconocimiento o para desarrollar nuevas habilidades con las que conseguir alcanzar sus metas. También es frecuente acudir tras un acontecimiento vital importante que nos haya desajustado temporalmente, como una ruptura, la pérdida de un ser querido, un accidente o una catástrofe natural.
Los psicólogos también trabajan como apoyo a personas que necesitan ayuda para afrontar grandes retos, cambios inesperados y desafiantes o competiciones muy exigentes. Por ejemplo, los psicólogos ofrecen apoyo a los pacientes con cáncer que se enfrentan a la realidad de su enfermedad y del tratamiento, o a los deportistas profesionales o personas en puestos de alta responsabilidad que trabajan bajo una gran presión.