Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que la terapia es un proceso. Como tal, durante ella se van atravesando diversas etapas y alcanzando distintos hitos y objetivos.
La primera parte de la terapia, una vez hemos escogido a nuestro psicólogo, es la entrevista. Esta fase puede durar entre una y cuatro sesiones, aunque lo más habitual es que sean una un poco más larga o dos de duración habitual. Se trata una primera impresión en la que el psicólogo recopila toda la información posible sobre nosotros, nuestro entorno inmediato, nuestra forma de pensar y actuar, el problema que nos ha llevado a la consulta y cómo afecta a nuestro día a día. Así, podrá hacerse una idea general de cómo funcionamos y diseñar un plan ideal para nosotros.
Tras la primera entrevista, sigue el plan de acción. El psicólogo nos devolverá sus impresiones y nos propondrá un plan a seguir. Es un proceso activo en el que nosotros participamos, por lo que debemos planificar juntamente los objetivos a alcanzar y las vías para hacerlo.
Una vez establecido el plan, comienza la terapia en sí: el tratamiento. Las sesiones suelen durar aproximadamente una hora y lo ideal es que sean semanales, pero pueden ser quincenales o mensuales dependiendo del problema y la gravedad. Durante esta etapa aprenderemos nuevos mecanismos de afrontamiento, herramientas y habilidades que nos ayudarán a hacer frente al problema que nos ha llevado hasta aquí. La duración de esta fase dependerá del problema y de los recursos previos que tengamos.
La última etapa es el seguimiento. Una vez hemos alcanzado todos o la mayoría de objetivos que nos habíamos planteado, las sesiones pueden espaciarse cada vez más para entrar en fase de seguimiento. Se reforzarán las herramientas aprendidas y, finalmente, terminará el proceso de terapia.